El boletín climático de diciembre, emitido por el área meteorológica del Centro Científico CEAZA, señala que el fenómeno de La Niña se podría extender hasta el trimestre móvil Febrero-Marzo-Abril del 2018. Su presencia se manifestaría con temperaturas más bajas que el verano pasado, comenta Luis Muñoz, meteorólogo del CEAZA.
El especialista destaca que el movimiento de las corrientes marinas que hacen posible la ocurrencia del fenómeno ha sido algo diferente al año anterior.
“En esta ocasión los efectos han llegado incluso antes de que se manifestara en el análisis trimestral del Pacífico ecuatorial. En la costa de la Región de Coquimbo hemos tenido anomalías negativas de la temperatura superficial del mar, es decir, bajo lo normal aproximadamente desde julio”.
Muñoz detalla que este adelantamiento de los efectos se debería a que las aguas frías comenzaron a aflorar en la costa sudamericana del Pacífico meses antes de que se advirtiera en la zona ecuatorial, a diferencia de La Niña del segundo semestre del 2016.
“El fenómeno del año pasado casi no afectó a la Región de Coquimbo, principalmente porque las aguas frías que se le asocian estuvieron únicamente concentradas en la zona ecuatorial del Pacífico. Además de lo anterior, hubo una gran zona de aguas cálidas frente a las costas de Perú y Chile”
Añade que debido a la débil intensidad del presente fenómeno es probable que sus efectos terminen antes en la Región de Coquimbo.
El Niño y La Niña normalmente anormales
El oceanógrafo, Dr. Víctor Aguilera, investigador del CEAZA y del IMO, señala que es necesario considerar que el desarrollo de este tipo de fenómenos no necesariamente debe ser similar de un período a otro, en parte debido a que aún falta investigación por hacer al respecto.
“Los mecanismos exactos de cómo se desarrolla El Niño, La Niña, la frecuencia, duración, son aspectos que no están del todo resueltos. Por lo mismo, la interpretación de la sintomatología ambiental puede llevar a situaciones inesperadas”.
El investigador explica que no se puede descartar que el cambio climático y la influencia humana (antropogénica) esté influyendo en estas anomalias. Además, enfatiza que, gracias al desarrollo científico y tecnológico, es posible saber que los ciclos de los eventos naturales que hoy se observan pueden involucrar aspectos que aún no se pueden presenciar ni menos entender.
“Desde el punto de vista antropocéntrico le asignamos un período a los fenómenos, lo que es un punto de vista sesgado, porque nosotros como especie llevamos sólo algunas décadas registrando fenómenos y eventos naturales que están ocurriendo hace miles de millones de años en la Tierra. Entonces lo que nosotros conocemos como normal, probablemente sea sólo un extremo de dicha variabilidad”.
Contexto de La Niña
El fenómeno de La Niña se conoce como la fase fría del evento climático que lo contiene, llamado El Niño – Oscilación del Sur (ENOS). La Niña se origina en las aguas del Pacífico ecuatorial, donde su presencia disminuye la temperatura superficial del mar, con anomalías inferiores a los -0,5ºC. Debido al movimiento de corrientes marinas sus efectos se pueden observar en distintos lugares del planeta. En algunas partes del mundo provoca efectos tales como graves sequías o inundaciones, así como también períodos muy cálidos o muy fríos.
“De este modo es que mientras la Región de Coquimbo, y gran parte de Chile, es afectado por un invierno frío y seco la zona norte de Australia y el este de Indonesia es afectado por un invierno cálido y lluvioso”, detalla Muñoz.
En contraposición, El Niño, es la fase cálida del ENOS, que aumenta la temperatura de la superficie del mar del Pacífico ecuatorial con una anomalía por sobre los +0,5ºC, provocando situaciones inversas a las que produce La Niña.
El ENOS también se asocia con períodos Neutros entre El Niño y La Niña. Esta fase es de gran incertidumbre, en cuanto a las variables climáticas, por lo que las precipitaciones y temperaturas pueden presentarse bajo o cercano a lo normal, dependiendo de otros fenómenos climáticos, tales como la oscilación de Madden-Julian o la oscilación Antártica.