Junto con influir en la cantidad y calidad del agua de ríos, especies tales como la brea, la chilca y la caña común contribuyen a la conservación del agua por más tiempo, factor crucial en el contexto de escasez hídrica que experimenta la Región de Coquimbo.
Un rol fundamental cumple la vegetación ubicada en las riberas de los ríos, ya que ayuda a reducir el impacto de crecidas y contaminantes e incluso conserva el agua por un periodo de tiempo más prolongado. De acuerdo al Dr. Jaime Cuevas, investigador en Planificación y Ordenamiento Territorial del Centro Científico CEAZA, dicha vegetación “filtra los nutrientes y contaminantes que provienen de actividades industriales, asentamientos humanos, agricultura y actividad forestal. Estos elementos son incorporados en las plantas y así se evita que lleguen a contaminar las aguas. Por otro lado, filtran los materiales sólidos que provienen de la actividad erosiva que ocurre en el territorio, proveniente de la construcción de caminos o de la erosión del suelo por acción del viento”, explica el científico.
Asimismo, la vegetación ribereña controla la cantidad de agua de los ríos, haciendo que su reducción o incremento sean graduales, así como también, contribuye a su conservación. “Está comprobado a través de diversos estudios que la vegetación en torno a los cursos de agua, garantiza una mayor estabilidad de los caudales, evitando que ellos disminuyan drásticamente en las estaciones secas. Es común ver en la Región de Coquimbo que los cursos de agua desprovistos de vegetación adyacente se sequen en verano. Y dados los escenarios de disminución del recurso hídrico fruto del cambio climático, cobra relevancia contar con una provisión lo más duradera posible”.
Dentro de las especies nativas que crecen en las riberas de ríos de la Región de Coquimbo se encuentran: romerillo (Baccharis linearis), brea (Tessaria absinthioides), huingán (Schinus polygamus), limpia plata (Equisetum bogotense) junto con chilca (Baccharis marginalis), especie endémica. Asimismo se encuentra vegetación introducida como palqui extranjero (Nicotiana glauca ) y caña común (Arundo donax).
En base a lo anterior, el especialista destaca la importancia de mantener esta vegetación a través de programas de cercado y fiscalización para que no sea deteriorada. “La ley establece restricciones o prohibiciones para intervenir esta vegetación hasta un máximo de 30 metros medidos desde cada ribera. Han existido algunos fomentos por parte del Estado para restaurar zonas de vegetación ribereña, donde se han otorgado incentivos económicos por unidad de longitud de vegetación recuperada”.
Protección de la población
La Región de Coquimbo cuenta con vegetación ribereña a lo largo de la mayor parte de los ríos principales e incluso en aquellos que llevan agua en forma intermitente. Por cierto, los que tienen una mayor relevancia regional son Elqui, Limarí y Choapa, donde existen zonas amplias de planicies con vegetación en torno a ellos, que a juicio del Dr. Cuevas, “amortiguan el efecto de las crecidas hacia sectores poblados o hacia la carretera. Cuando existen precipitaciones concentradas, la vegetación que crece tanto dentro del cauce como en sus riberas logra amortiguar el impacto de la crecida, disminuyendo la energía de la masa de agua. Este es un efecto beneficioso para mitigar los daños que puedan surgir en zonas pobladas. Lamentablemente, en muchos casos no se reconoce este servicio que el ecosistema provee a la sociedad, y esta vegetación se desmonta para establecer cultivos que no cumplen este mismo rol amortiguador”.