El centro científico fue parte del seminario “Ley de cambio climático 21.455, una visión local”, donde se explicó el reporte informativo que generó el estudio “Indicadores Climáticos para la Adaptación en la Región de Coquimbo”, AdaptaClim.
A fin de colaborar con la ciudadanía y las autoridades con conocimiento científico actualizado, el Centro Científico CEAZA fue parte del seminario “Ley de cambio climático 21.455, una visión local”, organizado por el Departamento de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Coquimbo y por la Universidad Católica del Norte (UCN).
A la actividad se dieron cita autoridades como el Seremi de Medio Ambiente, Leonardo Gros; el Director de CORFO, Andrés Zurita; y la Decana de la Facultad de Ciencias del Mar de la UCN, Niris Cortés; además de estudiantes, y representantes de ONG’s y de la comunidad científica local. En tanto, por parte de CEAZA, asistieron el Director Ejecutivo, Dr. Carlos Olavarría y la investigadora, Dra. Laura Ramajo.
Riesgos de la región ante el cambio climático
Precisamente, esta última fue la exponente de este centro científico en el evento, explicando a la concurrencia los resultados del proyecto liderado por CEAZA, “Indicadores Climáticos para la Adaptación en la Región de Coquimbo”, AdaptaClim, que fue financiado por GEF (Global Environment Facility), e implementada por el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), y solicitado por el Ministerio de Medio Ambiente de Chile, y que permitió identificar, para la Región de Coquimbo, la presencia 18 riesgos ante el cambio climático.
La investigadora, en primer término, explicó el concepto de riesgo abordado en el estudio, que corresponde a la combinación entre amenazas climáticas (cambios en temperaturas, marejadas, precipitaciones, etc.) y la vulnerabilidad y exposición de los territorios. “Y esa vulnerabilidad está dada por factores que muchas veces no son climáticos, por ejemplo, que tengamos una planta arrojando contaminantes al mar o que tengamos una mala estrategia territorial para abordar algún problema, como poner un edificio sobre un humedal”, añadió.
Adaptación para disminuir la vulnerabilidad de los territorios
Asimismo, la Dra. Ramajo aclaró que este cálculo de riesgo identifica los peligros, la vulnerabilidad y cuál es la exposición del sistema, ya sea el sistema humano o el sistema natural. “Y nosotros abordamos riesgos que van desde el sistema natural, como los cambios en la biodiversidad, como también, en el sistema humano, es decir, sistemas socioecológicos, como el de la pesca y la acuicultura, entre otros, que quedarán en un atlas climático, gracias al trabajo de muchos investigadores”.
Para este trabajo, continuó, se buscaron indicadores que, de alguna manera, sean capaces de abordar la exposición de este sistema natural y este sistema humano que se está evaluando, y también la vulnerabilidad. “La vulnerabilidad no es algo malo, es una combinación de lo que es sensible, es decir, que tengamos contaminación por un evento x. Pero también las comunidades o los sistemas naturales humanos tienen capacidades adaptativas, y esto disminuye la vulnerabilidad. Entonces, qué buscamos con la adaptación, reducir la vulnerabilidad, y cómo lo podemos hacer: bajando la sensibilidad o aumentando la capacidad adaptativa”, aclaró la científica.
Amenazas costeras y terrestres
En el marco del Proyecto AdaptaClim, continuó la investigadora, se calcularon 18 nuevas cadenas de impacto, y además, se evaluaron dos nuevas amenazas que no están en el citado atlas de riesgo climático. “Estas amenazas son oceánicas, que es un cambio en la surgencia, que es la que mantiene la productividad de la costa, los sistemas socioecológicos de la pesca, acuicultura, turismo, entre otros; y también, un cambio en las temperaturas superficiales del océano”, añadió.
Los sectores donde se identificaron los riesgos fueron: zona costera, biodiversidad, agua y suelo junto a ciudad e infraestructura. En cuanto a las amenazas terrestres, se proyectó el aumento de la cantidad de días calurosos para mitad de siglo, en un contexto con la misma cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero de la actualidad. “Vimos qué pasaba si aumentan las frecuencias de sequía y qué pasaba si aumentaban las precipitaciones que sobrepasen los 20 mm, que generan aluviones y problemas importantes”, detalló la investigadora.
“En este atlas climático se pueden apreciar, en las zonas más rojas u oscuras es donde hay más zonas de calor, donde aumentan los días calurosos, o que comunas pueden sufrir estas precipitaciones, siendo, principalmente, las ubicadas en la zona cordillerana del centro y el sur de la región. Hablando del futuro, se puede que ver que pasamos de una situación más clara a una más oscura en estos colores; para mitad de siglo, entre el 2035 y 2065, que son 13 años más, nada”, resaltó también.
Igualmente, la Dra. Ramajo, mencionó, que el reporte del Proyecto AdaptaClim informa también entre otras materias, sobre riesgos de potenciales pérdidas de área cultivable para uva pisquera por sequía u olas de calor; la falta de disponibilidad de agua en ambientes rurales, por disminución de precipitaciones; la pérdida de desembarque de machas o producción de ostión, por cambios en la temperatura del mar o la surgencia; así como el riesgo de mayor presencia de medusas o fragatas portuguesas por el aumento de la temperatura del mar; información que está disponible en la plataforma Research Gate.