Estudio revela impacto de la luz artificial nocturna en el erizo chileno y coincide con revisión internacional

Erizo rojo chileno, Loxechinus albus

Un nuevo estudio realizado en las costas del norte de Chile muestra que la iluminación nocturna artificial —presente en ciudades costeras, puertos y costaneras— puede afectar profundamente a una de las especies marinas más emblemáticas del país: el erizo Loxechinus albus. Los resultados, publicados en el mismo número que una revisión científica internacional sobre amenazas costeras, refuerzan la necesidad de repensar cómo iluminamos nuestras costas.

Registramos que en presencia de luz artificial nocturna, y en condiciones controladas de laboratorio, los erizos comían menos, se movían más y gastaban más energía. En resumen, se aceleraban, pero no crecían”, dice el Dr. Patricio Manríquez, investigador del Centro Científico CEAZA y autor principal del estudio.

La investigación se centró en el impacto de la contaminación lumínica artificial nocturna (ALAN, por sus siglas en inglés) sobre juveniles del erizo rojo chileno, una especie clave en los ecosistemas marinos del litoral. 

¿El hallazgo? Bajo luz artificial nocturna, los erizos alteraron radicalmente su comportamiento: comieron menos, se desplazaron más rápido, eligieron desplazarse hacia zonas oscuras y gastaron más energía en mantenerse y moverse que en crecer, en comparación con erizos mantenidos en oscuridad.

Los experimentos se desarrollaron en los laboratorios de CEAZA en la Universidad Católica del Norte, Coquimbo, bajo condiciones controladas de iluminación y temperatura.

“Esta situación podría alterar las interacciones ecológicas y el funcionamiento de los ecosistemas en los que esta especie desempeña un rol clave, pues regula el crecimiento de algas y otras poblaciones. Además, el erizo Loxechinus albus es el único equinodermo comestible en Chile; por ello, se considera un recurso de importancia económica y social”, explica Manríquez.

Por otro lado, el trabajo de campo se realizó en Caldera, uno de los pocos lugares donde aún se encuentran poblaciones costeras de esta especie de erizo no expuestas directamente a ALAN. 

Al estar en terreno, el Dr. Manríquez y el equipo observaron que los erizos desarrollaron ciertos comportamientos específicos en respuesta a la luz natural. “Cubren sus cuerpos con objetos, por ejemplo, con trozos de algas, trozos de conchas y pequeñas piedras (lo que sugiere una respuesta para protegerse de la luz), y una clara preferencia por áreas oscuras, como las existentes bajo el dosel de las macroalgas. Esto refuerza la hipótesis de que la luz nocturna, tanto natural como artificial, actúa como un factor ambiental que modifica el comportamiento y posiblemente la ecología trófica de estos organismos, alterando sus patrones de alimentación y refugio”.

Luz artificial nocturna: una amenaza reconocida

Este estudio coincidió con una revisión internacional liderada por expertos en ecología marina, publicada en el mismo número de la revista Marine Pollution Bulletin, que por primera vez incluyó a la luz artificial nocturna (ALAN) como una amenaza emergente para los ecosistemas costeros

Para Manríquez, esta coincidencia refuerza la necesidad de poner el tema sobre la mesa. “Muchas especies costeras, y particularmente intermareales a nivel global, incluyendo erizos, moluscos (locos) y crustáceos (jaibas), dependen del ciclo natural de luz y oscuridad. Por lo que es razonable suponer que romper ese ciclo (al iluminar artificialmente períodos que, de forma natural, deberían permanecer en oscuridad) podría afectar también su conducta, metabolismo y, en consecuencia, su ecología y dinámica poblacional”.

¿Y ahora qué hacemos con la luz?

Manríquez aclara que no se trata de apagar las luces, sino de usarlas mejor. Propone, por ejemplo, iluminación direccional, reducción de intensidades, uso de espectros menos invasivos (como luz ámbar), zonas protegidas sin iluminación, y campañas de educación.

“Claramente, no podemos prescindir de la iluminación durante las horas de la noche por temas de seguridad ciudadana. Sin embargo, dado que como especie compartimos el escenario costero con otras formas de vida, es necesario implementar estrategias que permitan minimizar el impacto de la luz artificial nocturna sobre los ecosistemas marinos”, afirma el experto.

Erizos cubiertos por algas para evitar la luz natural

 

Por Catalina Velasco, CEAZA, Región de Coquimbo