En Pan de Azúcar, Coquimbo, se realizó la entrega de los resultados de investigación científica realizada por CEAZA y CONAF.
“Quedé maravillada por el proyecto, lo que más me gustó, y que lo voy a aplicar en mi casa, es como una planta puede potenciar a otra para captar agua. Nos dieron un ejemplo de qué planta puede ir debajo del arbusto más grande y así potenciarse, y la manera cómo recolectan el agua también es maravillosa”, expresó Mónica Pérez, integrante de la comunidad agrícola de Majada Blanca, quien junto a parte de la comunidad de Pan de Azúcar, conocieron los principales resultados de proyecto de investigación de CEAZA y CONAF que contribuirá en la identificación de aquellas plantas que tienen la capacidad de aprovechar con mayor eficiencia el agua de la niebla.
Durante la jornada de cierre del proyecto, que incluyó presentaciones por parte del equipo de investigación, como también, se realizó una visita a la parcela experimental donde se estudiaron las plantas que naturalmente captan agua de la niebla. En dicha parcela, algunas de las plantas fueron regadas con agua proveniente de atrapanieblas que se encuentran en el lugar.
“Visitamos un cerro del cordón de la Cordillera de la Costa, a 700 metros sobre el nivel del mar. La gente pudo ver la instalación de los atrapanieblas, hay 7 de ellos instalados de antes de que comenzara el proyecto, pero 2 de ellos suministraron agua para los ensayos que se condujeron aquí, para regar plantas nativas y probar una hipótesis de que el riego y el manejo de poda favorece el crecimiento de la planta, y con ello, la captura de agua de niebla. Las especies que más captan agua en Majada Blanca son el copao, pariente del que se consume en el Valle de Elqui; y el palhuén”, explicó el Dr. Jaime Cuevas, investigador del Centro Científico CEAZA y líder del proyecto.
El especialista detalló además que “en un mes se capturan alrededor de 25 litros de agua de niebla en solamente 1 metro cuadrado de malla atrapaniebla. En este caso cada una de las mallas tienen 150 metros cuadrados, si multiplicamos por 7 ya tenemos casi 1000 metros cuadrados, con una productividad de 1 litro al día, serían 1000 litros, y en un mes serían 30.000 litros entre todas las mallas”.
Ciencia en terreno
“Es muy interesante esto de los atrapanieblas y uno lo podría aplicar en los predios, porque no está de más recibir conocimiento. Sabía que existían los atrapanieblas, pero nunca había venido para acá, y me gustó mucho”, manifestó Erick López, habitante de Majada Blanca, Pan de Azúcar.
Por su parte, el Dr. Enrique Ostria, investigador del CEAZA e integrante del proyecto expresó que “el espíritu de la visita fue acercar a la comunidad el trabajo en terreno que realizamos. Ellos vieron todo lo que hicimos con las plantas que marcamos y que medimos a lo largo de los dos años del proyecto, cómo se conectaron los embudos, cómo se sacaron los datos del clima, de la niebla; entonces pudimos explicar con un poquito más de cercanía todo lo que fue el experimento, qué es lo que subyace a los datos y a lo que vieron en nuestra presentación”.
“El proyecto también tuvo por objetivo identificar aquellas plantas que tuvieron mayor eficiencia en la captura de agua, y ahí pudimos mostrarles a las personas las plantas que tuvieron mayor colecta de agua. Entonces eso permitió que las personas vieran con otros ojos también la vegetación y el tesoro que tienen en el patio de su casa”, puntualizó.
Ana Sandoval, gestora técnica del Banco de semillas de INIA, también formó parte de quienes visitaron la parcela experimental y destacó la oportunidad de conocer el espacio natural donde se desarrolló el estudio. “Estoy feliz de participar y agradezco la invitación. Es una manera de acercar a los habitantes, a la naturaleza que tienen al lado, a valorar sus especies y entender un poco cómo funcionan los ecosistemas del desierto, que están dormidos y luego despiertan, es decir, tienen ciclos que debemos aprender a respetar”.
Cabe destacar que el Proyecto “Retroalimentación positiva para la recuperación de la vegetación xerofítica de neblina en el semiárido chileno” (código 041/2019) es financiado a través del “Fondo de Investigación del Bosque Nativo” de CONAF.