Las especies involucradas en el estudio juegan un importante rol en las comunidades de playas de arena al consumir y reducir las algas varadas por el oleaje, y pudiendo también, formar parte de la dieta de peces costeros de importancia económica.
La luz artificial nocturna es un estresor de origen antrópico (humano) que expone a los organismos a un ciclo de iluminación con presencia de iluminación durante las horas de oscuridad natural, y además, a niveles de iluminación anormales para esas horas. Asimismo, las especies que habitan el borde costero de nuestro maritorio en localidades urbanizadas, o en proceso de urbanización, necesariamente se encuentran (o se encontrarán expuestas) a un ciclo anómalo de iluminación con presencia de luz durante las horas de oscuridad natural.
En este contexto se desarrolló la investigación “Evidencia experimental de campo sobre cambios en la comunidad de playas arenosas en respuesta a la luz artificial nocturna (ALAN)”, en la que participó el investigador del Centro Científico CEAZA, Dr. Patricio Manríquez, y tuvo como objeto de estudio al Tylos spinolosus (crustáceo isópodo), Orchestoidea tuberculata (crustáceo anfípodo -pulga de mar-) y Phalerisida maculata (insecto coleóptero o escarabajo) en la playa El Apolillado, de la Región de Atacama.
El estudio evidenció una serie de cambios que afectan diferencialmente a las etapas tempranas y tardías del ciclo de vida de estas especies y, en última instancia, a la estructura de toda la comunidad. Aunque los efectos corresponden a respuestas a corto plazo, es probable que ocurran efectos más persistentes si las fuentes de luz artificial se establecen como elementos permanentes en la parte superior de las playas de arena. Además, considerando el crecimiento mundial de este tipo de iluminación se sugiere que el alcance de su efecto seguirá creciendo y en consecuencia representa una preocupación para el normal funcionamiento de los sistemas de playas de arena.
Cabe mencionar que la gran mayoría de los estudios que evalúan los impactos de la luz artificial se han centrado en especies individuales, y por ende no está claro si estos resultados pueden usarse para predecir las respuestas de toda la comunidad. De manera similar, estos estudios, a menudo tratan a las especies como entidades de una sola etapa de vida, ignorando la variación asociada con las distintas etapas del ciclo de vida de las especies (huevos, larvas, juveniles y adultos).
“La estructura de una comunidad es modulada por las interacciones de las especies que la componen (factores bióticos) y por factores físicos de su entorno (factores abióticos). Debido a que las especies interactúan, sólo conocer la respuesta de una especie no permite predecir claramente los cambios a nivel comunitario. En este estudio, la luz artificial nocturna actúa como un factor abiótico”, explica al respecto el Dr. Patricio Manríquez.
El científico agrega que en este estudio se determinaron sólo cambios en la abundancia y distribución de los organismos. “En particular se observó que adultos y juveniles responden de manera diferencial a la luz artificial. Por ejemplo, los juveniles del anfípodo O. tuberculata fueron menos afectados que los adultos de la misma especie. Sin embargo, otros estudios han mostrado que la luz puede afectar negativamente la tasa de crecimiento de especies que habitan playas de arena”.
Igualmente, el Dr. Manríquez subraya que debido a que estas especies juegan importantes roles ecológicos, económicos y sociales es importante generar evidencia empírica necesaria para predecir potenciales efectos negativos de este estresor de origen antrópico y desarrollar tecnologías de iluminación más amigables con el medio. “Además, las especies involucradas en el presente estudio juegan un rol importante en las comunidades de playas de arena como especies carroñeras que consumen y reducen las algas varadas por el oleaje, y que pueden formar parte de la dieta de peces costeros de importancia económica”, añade.
¿Y qué podría ocurrir si persiste la instalación de luz artificial en zonas costeras? El investigador de CEAZA sostiene que, eventualmente, podría haber una disminución significativa de la abundancia y diversidad de fauna que allí habita, con riesgos para su persistencia en el largo plazo. “Es importante destacar que las playas con altos niveles de iluminación artificial nocturna también pueden tener asociadas otros estresores ambientales de origen antropogénico, como la presencia de vehículos o el ruido asociado a las actividades recreativas, turísticas o de construcción, y en conjunto, estos estresores podrían afectar dramáticamente las abundancias de las poblaciones que habitan las playas de arena”.
Asimismo, y debido a que estas especies juegan un rol fundamental en el reciclaje de materia orgánica que arriba a las playas, “por ejemplo, limpian las playas de algas varadas y pueden ser parte de la dieta de otras especies, y por ende los cambios en su abundancia producidos por la luz artificial nocturna, podría tener consecuencias significativas para todo el ecosistema de playas de arena”, comenta el Dr. Manríquez.
Cabe mencionar que este estudio es parte de un proyecto dirigido por el Dr. Cristian Duarte, académico de la Universidad Andrés Bello, y fue financiado por la Agencia Nacional de Investigación en el marco de un proyecto Fondecyt 1200794. Asimismo, participaron de él Diego Quintanilla-Ahumada (Universidad, Andrés Bello, Chile), Cristóbal Anguita (Universidad de Chile), Eduardo A. Silva-Rodriguez (Universidad Austral de Chile), Stephen Widdicombe (Plymouth Marine Laboratory, Inglaterra), José Pulgar (Universidad, Andrés Bello, Chile), Cristian Miranda (Universidad, Andrés Bello, Chile), Nicole Jahnsen-Guzmán (Universidad, Andrés Bello, Chile), y Pedro A. Quijón (University of Prince Edward Island, Canadá).