Aunque muchos asocian el desierto florido exclusivamente con la Región de Atacama, la ciencia indica que este fenómeno natural tiene un alcance más amplio y una definición que va más allá de los límites administrativos. Así lo explica la Dra. Alexandra Stoll, investigadora del Centro Científico CEAZA, quien aclara que el desierto florido no es un lugar específico, con limites administrativos claros, sino un fenómeno biológico que ocurre en zonas áridas cuando se dan condiciones excepcionales de humedad.
El desierto florido es un fenómeno natural que ocurre en zonas áridas, cuando se registran precipitaciones inusualmente altas para la región. Luego de algunas semanas, germina o brota una gran diversidad de plantas, desde semillas y bulbos, hasta arbustos, que florecen en un acotado periodo de tiempo. Esa explosión de vida es lo que se denomina desierto florido.
Presente en la Región de Coquimbo
Si bien el núcleo del desierto florido se encuentra en la Región de Atacama, su extensión biológica abarca desde el sur de la región de Antofagasta hasta la Región de Coquimbo. En este territorio se distribuyen especies características del fenómeno, como la pata de guanaco, las añañucas y los suspiros, que pueden observarse en diversos puntos costeros y valles transversales. “Existen áreas del mismo tipo de vegetación en las regiones vecinas. Biológicamente, el fenómeno se extiende prácticamente del sur de la Región de Antofagasta hasta al menos el norte de la Región de Coquimbo”, precisa Alexandra Stoll, investigadora del Centro Científico CEAZA.
Científicos han investigado por décadas la distribución del desierto florido, pero los límites de este fenómeno siguen siendo difusos. Sí hay un gran consenso en que su núcleo se concentra entre Vallenar y Copiapó, aunque también se manifiesta hacia el norte y el sur con distintos grados de intensidad y en diversas formas. En sectores de la Región de Coquimbo, por ejemplo, es común observar floraciones mezcladas con arbustos o conformadas por distintas especies en un mismo lugar. Allí, a pesar de que el paisaje no es tan seco como el de Atacama, el fenómeno de floración corresponde a la misma dinámica ecológica: la respuesta de las semillas, bulbos y arbustos ante las lluvias dentro del ecosistema árido.
En el caso de la Región de Coquimbo, las floraciones se pueden apreciar especialmente en sectores como Caleta Hornos, Caleta San Pedro, Guanaqueros y Huentelauquén. Particularmente, las zonas costeras entre Caldera y Punta de Choros también son muy diversas en la floración de distintas especies. Además, es posible encontrar especies características del desierto florido en lugares más urbanos, como el Cerro Grande o en zonas periféricas de La Serena. La investigadora explica que el fenómeno se presenta de diversas formas y en distintos momentos de la temporada.

“Depende un poco de lo que busco en el desierto florido. En la Región de Coquimbo, si busco un símil a las grandes extensiones que se ven en la Región de Atacama, tendría que ir a zonas de dunas, como las de Caleta San Pedro o Caleta Hornos, donde hay espacios más amplios para ver ese tipo de vegetación. Pero también puedo observar el desierto florido en su forma más arbustiva: por ejemplo, al subir el Cerro Grande se pueden ver los arbustos típicos de la zona en flor, combinados con especies como las añañucas, los suspiros o los cebollines”.
Un fenómeno cambiante
La científica señala que la floración puede variar cada vez que ocurre, dependiendo no solo de la cantidad de precipitaciones, sino también de las temperaturas nocturnas, que influyen en el desarrollo de las flores. Por eso, hay temporadas en que el paisaje se mantiene verde, pero la floración plena se retrasa. “Mientras las noches son frías, las plantas tienden a mantenerse verdes, esperando que suban las temperaturas para florecer. Por eso este año, por ejemplo, se ha visto más follaje que floración en algunas zonas”, comenta.
El peak del fenómeno suele producirse entre fines de septiembre y mediados de octubre, pero no deja de ser variable según las condiciones climáticas. Sin embargo, la investigadora invita a apreciar el proceso completo y no solo el periodo de máxima floración. Señala que durante el desarrollo del fenómeno se distinguen distintas etapas, ya que ciertas especies florecen al comienzo y luego son reemplazadas por otras, que surgen en fases posteriores. Generando una interesante rotación de especies durante el desarrollo del desierto florido.
“El desierto florido no es solo rosado. Tiene una enorme gama de colores: azules, amarillos, rojos, rosados pálidos. Además, no todas las flores florecen al mismo tiempo, así que hay todo un proceso de transformaciones. En una misma superficie, por ejemplo, ahora puedo ver añañucas amarillas, pero en un par de semanas más podría encontrarla cubierta de un rosado pálido, como el de las malvillas, o de un rosado más intenso, como el de las patas de guanaco” destaca Stoll.
De esta forma, más que un punto en el mapa, el desierto florido es un fenómeno biológico en el que se manifiesta la vida en condiciones de aridez, y cuyas especies recuerdan que la biodiversidad no entiende de fronteras administrativas.